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Ensayos

Poeta en el huerto de lo soñado

Poeta en el huerto de lo soñado

(algunas reflexiones tras leer Poemas del Huerto en el Pórtico Urbano de Rodolfo Rondero Rodo) – 4/5/2020

 

Hay una sensibilidad poética que se mantiene en vilo contra la sociedad contemporánea. Hay una poética que es máquina que razona y cuestiona los ejes mentales de la realidad del lenguaje que habitamos. Ya sea desde una crítica densa o profunda, o como navegador con sus apuntes vibrantes, aquella observación no solo es inspiración digamos exaltada como la de Baudelaire, o locura solipsista en Pessoa, o sensualidad de Kavafis, sino ciudad, el sentimiento de habitar un perímetro de realidad.

La onda de la poesía setentera peruana de salir de tu casa y observar la realidad y dibujarla ya dejó sus semillas. Es cierto que mucha energía crítica que no encuentra otro medio de expresión ubica en el papel, que es vacío pero también posibilidad-puente, sustancia del ser. En Huerto en el Pórtico Urbano de Rodolfo Rondero hallamos aquel deseo de hacer del habitar de la realidad un espacio de salpicaduras vibrantes y vivacidad, como también una agenda de lo real, de lo mirado, de lo reflexionado sobre lo mirado, de lo musicalizado de lo mirado. Y la voz suena:

Los árboles urbanos
se han subido a las aceras
quería, seguramente, ser peatones
nadie lo sabe (1)

Ahí donde la urbanidad crece desordenadamente y arroja centros comerciales, iglesias evangelistas, parques, circos,  bibliotecas, pizzerías o peluquerías, el ser moderno no se encuentra sino dentro de un eterno hastío: atrapado como un cobaya dentro de un circuito de trabajo, rutinas y pensamientos mediocres. Pienso en lo más urbano de nuestra poesía última: Mario Morquencho (Piura) con sus mares encendidos, o reinventando el sentimiento de que le asfixie Bizancio en Ciudadelirio; Eduardo Borjas (Lima) también explora la realidad urbana desde un aliento recalcitrante en lo vertiginoso y anodino del mecanismo que sostiene los límites de la realidad. Vates como Lorca en Nueva York, aunque la realidad sea Lima, Santiago, Caracas, la misma en sí, de los países de continente: teles, programas de concursos vacuos, políticos robando todo el tiempo, jóvenes hermosas en las calles. Rodolfo no pierde este detalle y anota:

muchacha tildada de zorra
cansada de tejer ilusiones
tú y tu sonrisa, en cerámica esculpida
has dejado una huella en la acera

(2)

 

Se observa entonces una reflexión inmediata de los personajes y situaciones que proliferan en esta sociedad. Esta idea queda más redonda en los siguientes versos:

 

todos van y vienen vestidos

de color carnavalesco

hacia el letargo pupal

porque hay fiesta en el zaguán

donde mora la alegría.(3)

 

Al aturdimiento de la Urbe se impone el camino sigiloso al huerto, ¿de qué? ¡de las caléndulas y flores! ¡del amor, de la libertad, de lo áureo! La sociedad, tal como la crítico Rubén Darío, se mide bajo la hipocresía y obstinada codicia de la clase burguesa, su tendencia a encerrar todo en el deseo de adquirir dinero como meta de realización humana. Rodo anota:

El burgo, asolapado entre atrios
y lujosos malls, despierta
acoplado al tráfago del mercado
y brilla la avaricia con más brillo
que la codicia que alimenta
es el arte contemporáneo
de pescar en río revuelto, agitando
la pulsión incontrolable de los ricos. (y 4)

Aunque percibimos en el tono una serenidad, detrás se siente el latir de muchas voces que ya sea en marchas, escritos, libros, programas, política, ensayos, busca una mirada más crítica frente a tanta injusticia que genera la ciudad. Ya Valery y Artaud había analizado cómo las sociedades opulentas, en sus periferias, genera rebeldía y erudición:

Y los hombres, invisibles eslabones

arrastrados por las arterias

sin amparo que reivindique

la semejanza con sus dioses

pronuncian el santo y seña

genuflexos, reciben las migajas

de sus líderes, y dan gracias

por el pan cotidiano de su mesa.(y 5)

 

Toda esta masa que da su vida, tiempo, fuerzas y sueños a otros para la elaboración de estructuras nuevas que le generan más dinero son también espejos del hambre, de la vida de familia –rápida, sin oportunidades- donde las abuelas encierran tanto la ternura como la pobreza sobre la que se sostienen los días de frejol con tomate fresco, de aburrimiento y apatía, de soledad y confusión. Frente a ese barullo, Rodolfo Dondero, se observa como un simio meditando:

¿Para qué vine?

Para contarle historias de hambre

a los frejoles que guarda la abuela.

Para hacer un cuento

con las cuentas sin saldo

en el libro que legaliza el notario.(6)

Para hacer transfusiones de riqueza

de la tierra a las transnacionales

enfrente de la angustia en que flota

silenciosa, la extrema pobreza.

(7)

 

Vemos que estamos frente a la poética urbana, crítica, ácida con su entorno, que también busca abrirse paso dentro de las modas y las superficies que diariamente nos ofrecen como única realidad. Cuando ese lirismo no es sulfura ni fuego, Dondero practica un lenguaje hay saetas y tiempo derritiéndose, el bardo suelta:

 

vivo así, no obstante,

cante, melodías sinceras,

mejor será, siempre,

aquello que tenga que venir

Suave el aire consternado

de un bandoneón (8)

 

La ciudad se mantiene como motor poético a lo largo del libro:

Las ciudades son túmulos arcaicos

que guardan restos poéticos

esqueletos sin métrica, que riman

en la asonancia del olvido

convertidos en riqueza inmune

a las acciones degradantes de la materia.(9)

 

 

Y como en Trilce de Vallejo o como en el poema Lo fatal de libro Cantos de vida y esperanza o en los poemas de W. Delgado, o en ciertas poesía italiana hermética, hay una mirada descreída que observa lo irracional del tiempo, la minúscula y anodina odisea del ser humano dentro de los filudos dientes del tiempo:

Vago, con los bolsillos rotos

cruzando de una vereda a otra

en el puente de los suspiros

y me siento para escuchar

el llanto de un charango enamorado de las

olas

recuerdo cómo era el carnaval(10)

 

Ahora, Dondero no es un adelantado, ya que la poesía que practica es el zeitgeist de la poesía de siglo XX, de Vallejo a Neruda, Joyce en Ulises o Elliot y su Tierra Baldía, de Nicanor Parra a Blaise Cendrars (11), o los Beat Generation, o la poesía de Verástegui; a todo ello, Dondero, añade una mirada personal del tema: pinta con acuarelas más sutiles la trama de habitar el mundo contemporáneo.  La segunda parte del libro “Hilvanes de tiempo poesía” observamos que se mantienen y profundizan los temas sobre el poeta y la sociedad, el dinero y su mercantilismo, como una crítica y reflexión del propio sujeto atrapado en la Urbe:

 

y el dinero mordió mis bolsillos

y conocí la angustia de no tenerlo

y sufrí sin cesar para alcanzarlo(12)

 

frente al semáforo, asidos de la mano

idealismo y frustración transitan

policiacos personajes con visión nublada

arremeten ladrando como pitbulls (13)

 

Mientras este no poder participar ni gozar del menú neoliberal sumerge al yo poético en la confusión y el desarraigado, el poema funciona como un huerto y el poeta como su natural jardinero. ¿A dónde huye el que no tiene casa ni manzana en el invierno? Al verso, que es fruto, semilla, frescura, armonía. Ahí, solo ahí, se puede fundar el huerto:

En el piso décimo, al que regreso,

escribo y me corrijo:

en el mundo donde moro

a la vuelta de la esquina, estás viva, poesía. (14)

 

Ya dentro del jardín, y solo dentro de él, accedemos a un estado de gracia portátil. Observo a Dondero contemplando el trabajo de su huerto y reflexionando de la vida, para así llegar a darle tono y hondura a sus versos:

Ya vivimos, y sufrimos, y gozamos

lo mismo que otros han vivido, sea,

sea la vida lo que haya sido

será siendo la vida lo más preciado

viva el que la tiene, como quiera,

aunque ignore lo que tiene, nada importa,

o importa menos que un neutrino

qué es la vida, si no es, para gozarla.(15)

 

Cerramos entonces la segunda parte y penetramos la tercera y última, “Asincronías”, oyendo la sinfonía del piano del verano que cae, seguimos el canto poético:

El fuego que huye de los sueños

divaga entre los espíritus

los sabios, coronados con diademas,

purifican las cosas mundanas

los más sabios, contemplan las llamas(16)

 

En esta sección, especialmente, en el poema citado hay un reconocimiento de la necesidad de fundar el fuego poético, de despertar esas chispas que embriagan los sentidos y nos abren lo ilimitado: el poeta funciona como hacedor del fuego, el arte poético acendra la mirada. En poemas como “La firmeza de tus pasos”; “Tus táctiles mensajes”; “Tu boca roja”; “Se ve, que verme no quieres”; “No quise escribir estos versos”; “Daño el frío hace”; o “Afrodita”  vemos un espacio para el éxtasis de la pasión, para el sentimiento y deseos que fluyen de un cuerpo a otro. E incluso un poema sobre la ontología de viento:

“El viento pregona la vida

y anuncia muy quedo

cuando llega la muerte

cuándo una espina se rompe

al causar una herida

cuando se enciende la luz del alba

cuando se quiebra el llanto

de los días perdidos en la indiferencia

se oye al viento, tornado, ciclónico

descargar sus iras de impotencia

no puede llevarse

con toda su fuerza

el dolor y las penas de la pobreza.”

 

Finalmente, agregamos que la idea de poeta y huerto es bastante profunda y antigua, podemos encontrarla en poetas como Tagore (17) e incluso en el propio Paraíso, con Adán y Eva como poetas dándole nombres a las cosas, observamos el huerto como espacio único para crear, pensare o armar/desarmar mundo. El poeta es un jardinero de su propio arte poético. Creemos que la factura de Rodolfo Rondero Rodo es la del verso claro, decantado, observador de sí mismo, nostálgico pero también directo y crítico con lo injusto de la sociedad. Quedan libres todos de ingresar a ver las flores de este huerto.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NOTAS

 

1.Observación: este poema pertenece a una colección de poemas numerados que funcionan como preludio. En este caso es el poema (1)

2. Poema: (2)

3.- 4. Y 5. Poema: Infame Urbe

6.y 7. Poema: El ojo del universo

8.Poema: Estación de Metro.

9.Poema:El ritmo del tiempo

10.Poema: El folio perdido de un diario.

11.Citemos a Blaise:

La ciudad tiembla. Hay gritos, fuego, humaredas,

Las sirenas a vapor estruendan sus aullidos.

El gentío se enfebrece tras los sudores del oro

Por los largos pasillos se precipitan y atropellan.                                                              

 

(poema Pascua en Nueva York)

 

12.Poema: Confesiones.

13.Poema: Colisión

14. Poema: Corrección.

15. Poema: Conclusión.

16. Poema: El sueño del fauno.

 17.El poemario El jardinero, por ejemplo donde se acrisola tanto el amor como las actitudes botánicas.