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Notas

Regreso al otoño o reflexiones sobre Eclipse otoñal de Jhonatan Ramírez
Regreso al otoño o reflexiones sobre Eclipse otoñal de Jhonatan Ramírez

 

Regreso al otoño o reflexiones sobre Eclipse otoñal de Jhonatan Ramírez

Escribe: Julio Barco

El otoño, que es una etapa de metamorfosis y de balances, al ritmo de las hojas que caen y crujen, sirve de fondo para pintar el cuadro del último libro de Jhonatan Ramírez (1989), poeta y animador cultural de Áncash, cuyo título encierra lo que venimos anunciando: Eclipse Otoñal (Ángeles del papel editores, 2019). Ya desde el inicio, Ramírez anuncia la clarividencia y estro del proyecto: “Una tarde de otro, me había llegado sorpresivamente la visita de un “ECLIPSE OTOÑAL” (…)Encendí mi ordenador, que estaba cerca de mi pequeño anaquel, con un poco cantidad de libros, de distintas ciencias para ponerme a escribir lo que me anunciaba,(1) Ojo que, otro detalle, es la dedicatoria con foto incluida al inicio; el poeta rinde homenaje a su joven esposa colocándola como musa en el pórtico de su obra; detalle que nos permite observar la propia reflexión de autor –obra, su madurez y/o modo de entender lo real; nuestros lectores recordaran a otros autores como Rodolfo Hinostroza que le dedica su Memorial de casa Grande a la familia de su madre o los poemas que Juan Gonzalo Rose le dedica a su pequeña hermana por ser rebelde y hacer sollozar a mamá. Volviendo al punto central, paradigmático y curioso del Eclipse Otoñal como ente que llega de súbito y brinda luz o entendimiento, nos sentimos cercanos a emparentarlo con el cristianismo y el embarazo de María a través del ángel; lo cierto es que, ya observando en la inmensa trayecto de autores místicos, también podemos ver la inspiración, ese estado sacro de creatividad, como un ente que poseyó a muchos autores. Gozo del decir iluminado, sapiencia del triste, fulgor del intenso, soledad del hermético, luz titilante del gnóstico, algoritmo del cuántico, diapasón del alquímico, el eclipse de otoño es un fractal que brilla en miles de luces.

Muy bien, entonces situado el vate dentro de su cuarto,  con el ubicuo y chirriante sonido de su ordenador, y las teclas de plástico golpeando la máquina donde revolotean como flores:

La penumbra del otoño,
es ávida y obstinada, custodia
mi ser a paso lento, estoy alojado
en los acogedores aljibes de la
soledad. (2)

Ese instante epifánico, de soporte mental creativo, donde su yo se hace araña de la lírica que teje la música de su arte; trabajo de signos sigilosos, de rebeldía con la realidad, de brusquedad con el presente, de encuentro de sí mismo, de alquimia con el verso, de poder y entendimiento, de fuego y agua, de atacar la modorra que reina el cotidiano, de respirar y explicarse el caos, jugar a ordenar lo real, provocar el juego de tierra y magia, conducen al joven autor a transitar en su música lírica donde somos testigos de su vagar, a sentirla como un brebaje caliente, un café con coñac o ron de anís que fermenta el cuerpo como la tonada de las hojas cayendo marrones de otoño y realidad, de realidad que cruje como las mismas hojas que son signos zurcidos en su entendimiento. El poeta finalmente es una araña tejiendo sobre su propio cerebro el nido que capture el entendimiento del otro:  

El silencio se hace largo enternecido de penumbra y
de ocaso, alojando mi ser en las sombras de
arboledas piadosas, que dejan caer sus mustias
hojas en las casas aledañas de la ciudad.

Abyecto destino de quimeras triviales
que flagelan las vidas de noctámbulos,
en miseria, has condenado mi
alma a comer en los pórticos del averno,
donde los buitres famélicos se alimentan
de migajas de pan que caen de mi mesa
bañados en sangre de santa miseria. (3)

Sonido seco el de la poesía de Ramírez, sonido de piedra herrumbrosa de lodo cayendo al charco, de voz nimia que se pierde en el último bus que pasa por la carretera Evitamiento, de días apurados y soledad, de vasos lavados con detergente, de calles sin asfaltar. Esos destinos triviales que todos pasamos, entre el mercado, las bolsas con las frutas, las bolsas con dentífricos, y las empanadas de pescado o los cuadernos húmedos de llovizna:

El alcohol era un río que la llevaba lentamente a
descansar en su orilla, luego la arrastraba con
su corriente, llevándola hasta el final del océano;
el mar que solo era la continuidad de sus tribulaciones en vida,
sin poder hallar una tranquilidad serena en su alma. (4)

Y por esas calles camina Ramírez, tejiendo su arte de sonidos ínsitos, bruñidos en la propia chompa de lana, o la cortina desvaída que, al cruza el viento se abre suavemente y deja pasar un rayo intenso de luz, pues el otoño también es reino de la lírica, del encuentro del hombre con la intensidad del lenguaje; del rabioso deseo sexual que desata el lenguaje de los cuerpos que aman, de los cuerpos que se juntan y buscan sus propios e ínsitos eclipses; de la radioactividad de un poema leído por el teléfono celular pero que, como un cuchillo, destruye un instante tu circuito u axial:

Las letras en cada papel
se han vuelto cautivas de tu
infinita imaginación.

Eres la musa del poeta en la
añoranza de su pasado,
en el porvenir de su futuro. (5)

La musa entonces es también un moto secreto de Eclipse Otoñal; otro fruto de la sapiencia que bulle detrás de su cuaderno de presagios y mapas, estrellas y tristezas, hojas muertas y añoranzas infinitas; sustancia que sirve como la música umbría que teje Ramírez, poeta sí, pero observador cuidadoso, sereno y lírico de su realidad más inmediata, alojado como el mismo señala en su soledad; entonces nos reconocemos dentro de su eclipse: ósculo de entendimiento, movimiento de reflexión, cuerpo que al perder la forma se ata a nuevo sentido, circo que es vida y muerte, cuerpo que narra su mirada con lo real, encuentro de voces, de calles, de hojas, de cuerpos, de palabras bellas como frutas, de ojos que susurran la naturaleza del otoño: eclipse de labios, de orejas que se buscan, ciegos y nómades, en la ráfaga de la tinta sexual que cuidadosa, parcamente brota del lenguaje sereno y bruñido de Ramírez:

El vino que es la perdición de los
dioses placenteros, ha dejado verter
su fragancia en nuestras vestiduras,
tus labios solo han pronunciado mi
nombre, y mis sentidos terminaron por
complementarse bajo la sombra de
tu piel.(6)

No se distraigan de la bella e intensidad, cuidadosa forma con la que devela el encuentro de lo ebrio, la belleza y euforia de la perdición de los dioses placenteros, veamos también detrás la pasión de Ramírez por mitificar el cielo de los cuerpos, que se pronuncian bajo un nombre, un latido que al concatenarse logra el cielo de los amantes. Si Rubén Darío mitificaba con regocijo el semen por considerarlo luz de donde brota lo vital, o Vallejo celebraba el sexo de su ama en poemas eróticos de Trilce, o Verástegui cantaba estentóreo el ágil y grácil circunloquio de un cuerpo desnudo como perfecto; en Ramírez observamos un dibujo personal del erotismo:

Tu cuerpo es jazmín en primavera,
estatua de marfil puesta en mi jardín,
encantos otoñales,
que han brotado de tu piel canela. (7)

Erotismo no solo contemplado desde el inmenso cielo de occidente, sino embalsamado del candor y luces del ande, siguiendo la senda por donde han ido algunos sabios de nuestras tierras –Churata, Melgar, Arguedas- que logra un trazo entre cuerpo y naturaleza, cuerpo y latido de la tierra, de los campos donde avenas y tubérculos tejes otro porvenir; y que Ramírez matiza con huayno propio:

Pastorcita
retama dormida en
el verdor de campo,
azucena espléndida en la solemnidad
de los andes,
dulzura de aguas diáfanas que cae
del firmamento andino.

(…)

Ven junto a mí en cada canto otoñal,
que la sagrada tierra retumbe
tu nombre, cuando llegue la
sonoridad del relámpago. (8)

En los siguientes poemas del volumen somos testigos de las nuevas añoranzas de cuerpos o celebraciones de otros que suceden como fuerzas en la lente del bardo; generalmente sus poemas son sentimientos muy sensibles, arrobos de instantes de recuerdos o totalidad, de emoción perdida o deseo, de celebración desde el naufragio o de piel ardiendo; son, en síntesis, fotografías de un continuo habitar, de un respirar parco, de una luz serena que domina todo el proyecto.

Observamos en poemas como Encuentros Aquellos o Inmortalidad de un amor (Viajar juntos en la eterna nave/ que el universo nos concede/ sin dejarnos caer en la sórdida/ y lúgubre muerte) el mismo deseo que no abandona todo el proyecto, en su vastedad, y que es simplemente de usar la poesía como traductor de un estado, tanto melancólico como efímero; nos encontramos frente a un joven poeta que traza frescos lienzos del amor, es decir, el desamor y sus aristas; la soledad y sus aristas; la flor que dibuja emerge del desarraigo y la búsqueda furtiva; no es, en fin, un descuido que el epígrafe que preludia este proyecto sean unos versos de Mario Benedetti,

Después de la alegría viene la soledad
después de la plenitud viene la soledad
después del amor viene la soledad (9)

 que reflexionan sobre lo inevitable y absoluto de la soledad. Pienso que J. Ramírez, en su impecable soledad, recibe otra visita de algún eclipse –que llegó tocando la ventana-, tal vez del verano o del invierno, y que acaba de prender su ordenador, abrir una hoja de Word y principiado otro proyecto, que siga su propio camino literario. La pretensión de poeta yace dentro de los límites marcados en el prólogo: Cada poesía es la interpretación de mi vida, frente al anuncio de esta sorpresiva visita. No estamos frente a un proyecto de vanguardia ni a un caballo de troya que derrumbe lo anquilosado de nuestro medio poético nacional, sino frente a un foro de los eclipses otoñales; por ende, se podrá objetar que el trabajo que proyecta es de poesía clásica y romántica, sin otro fin que expresarse con honestidad y tino, con música lasciva, sí, aunque como se anuncia no hay sino que observarlo como propuesta estética, un toque alejado de las modas poéticas nacionales.

El viaje de las semillas por las estaciones queda abierto, siempre y cuando Ramirez decida seguir a su musa y prender su ordenador.

 

 

NOTAS

(1)Presentación página 7.

(2)Poema Eclipse otoñal.

(3) Poema Sonidos en silencio.

(4)Poema La continuidad de un llanto.

(5) Poema La musa soñada.

(6)Poema Ausencia de amor.

(7) Poema Sendas sin fi

(8)Poema Pastorcita de los andes.

(9) Epígrafe del libro.