El regreso de los dandis – reflexiones del cuentario El dandi de la noche de Jhonatan Ramírez
 

El regreso de los dandis – reflexiones del cuentario El dandi de la noche de Jhonatan Ramírez

El dandi de la noche (Editorial Apogeo, 2019) de Jhonatan Ramírez es un surtido puñado de cuentos que nos informan de sus miradas sobre la literatura, sus propias lecturas, como también una inclinación optimista de observar la realidad más lacerante, que dan a su prosa un tinte claro y simple.

Límpida y objetiva narración para leer y comentar en plena cuarentena, empiezan con un epígrafe de Julio Ramón Ribeyro, eximio narrador, que nos habla sobre el fracaso y las posibilidades que te da la vida; este epígrafe, de antemano, nos advierte que los cuentos en cuestión son urbanos, son azarosos, se guían por la implacable fluidez de la vida.

Con el primer cuento, por ejemplo, regresamos a un viejo tópico de la prosa peruana, el dandi; en el caso de nuestra literatura conocemos a Valdelomar; y en la mundial, a Wilde; en el caso de  Ramírez nos presenta al pintor Bernard Walker Bustamante, como protagonista del cuento El dandi de la noche; desde el inicio, leemos que “vivía como todo un dandi, en su mansión ubicada en el distrito limeño de Barranco.”

Este dato, al parecer superfluo, nos permite observar e indagar como se ubica el contexto de estos cuentos: la sociedad y sus desigualdades, pobres y ricos, clasemedia conversando mientras en la tele pasan los reclames para ir a comprar ropa a Ripley; los personajes de El dandi de la noche también son parte de la comedia humana contemporánea; toda esa maraña de ejes y nexos, relaciones y movimientos bursátiles que sostienen la realidad; estos cuentos, que son realistas, escapan de la objetividad realista por el fin “optimista” que mueve, como un titiritero, a Ramírez.

Ojo, advirtamos el detalle que el propio autor escribe en su prólogo:

Las diferentes historias que se han escrito en este libro hacen precisamente alusión al dandi que todos llevamos dentro. Tal vez cada uno empezó por sendas victorias en el camino de lograr nuestras metas y objetivos trazados en la vida; pero, al ser derrotados por diferentes circunstancias que la vida nos pone a prueba, nos convertirá entonces en ese “Dandi de la noche”; escondido de todo el mundo, para no ser flagelado por las críticas de los detractores; en la soledad a veces encontrará su propia tranquilidad o armonía. (1)

Así, el uso de la figura mítica del dandismo para representar una re-significación sobre un estado del interior donde buscamos un solaz, una cierta gracia y armonía interna. Volviendo al cuento, sucede que este pintor vive en una mansión de Barranco; trabajaba obsesivamente sus lienzos mientras el mar canta entre las rocas y acantilados, en el ulular de las palomas estalla la espuma; su vestimenta es totalmente importante para ser el personaje que es: un dandi; el vestir y actuar, el pensar y ser determinaron que el dandismo; el cuerpo es el espacio donde la ropa significa su status; no en vano, Ramírez, usa a Wilde como epígrafe y precisamente lo usa para reflexionar sobre la trascendencia epistemológica de la ropa dentro de la realidad vivible y sociable.

Históricamente, el dandismo, desde inicios del siglo XIX, se extiende como una suerte de rebelión ante la vida y realidad que homogeniza; ese amaneramiento de vestir y ser, actuar y hacer, responde a una rebeldía ante las normas cotidianas; controlada por ejes económicos determinados; su rebelión, en suma, con formas y normas nos permite observar una crítica interna de la propia burguesía; el dandi resulta un rebelde, un personaje que se abre, es decir, aparta de sentido común de la masa; esta singularidad puede ser atravesada por búsquedas artísticas o ademanes intelectuales. Bernard Walker respira esa naturaleza, lee a Baudelaire, dibuja su ser interno; sale con su ropa de dandi a las calles de Barranco a caminar y beber, a observar desde su indumentaria de dandi limeño; es una película en plena plaza central de Barranco; lo vemos en La noche de Barranco curioseando entre un montón de jóvenes en short y zapatillas de goma roja o verde con pasadores importantes aunque desteñidos; la realidad que circula: eje de calles, avenidas con flores ácidas, esquinas macilentas, calles chirriantes, poemas de Verástegui a la vuelta de la esquina, entre hojas de Word asfixiándose: ahí va el dandi, yo lo estoy viendo, Ramírez le da ojos, y nos los alza vivo, y Ramírez lo dibuja:

Bernard Walker no tenía problemas para poder abandonar su inmensa mansión y su adorado trabajo artístico de pintor. Y más aún salir vestido de un dandi. Se mostraba como tal con todas las personas que lo rodeaban. Su forma de vestir quizá era sido un poco arcaica para los que vivían la actual moda, pero poco le importaba la opinión de los demás. (2)

Ese poco importarle la opinión de los demás hace de nuestro dandi un ser estrambótico para la mirada realista que maneja el cuento. Lamentablemente, la muerte de su hijo, narrado algunos párrafos más adelante, nos hacen observar cómo este dandi atraviesa una temporada en el infierno de alcohol y excesos, excesos y madrugadas hediondas todo el verso es una calle punzocortante que se repite, stop, y ante todo es también un viaje infectado como Gautama Buda en su resplandor:

Su crisis emocional fue tan intensa que terminó afectando su arte. Sus cuadros de pronto empezaban a perder valor; sus seguidores, simpatizantes y admiradores de su obra terminaron por decepcionarse de él.

Su afición por el tabaco y el alcohol terminó asilándolo por completo. Su mansión era su único universo y su alcoba su propio mundo ahogado en muchas botellas de Whisky. Sus cuadros, en ese entonces, permanecían olvidados en su almacén. (3)

…el asunto es que nuestro odiseo, nuestro terrible detective salvaje, nuestro hércules loco, este pintor que vive en mansiones termina en los basurales, perdido, luego de beber en exceso; ¿se salva o muere? lo descubrirán ustedes mismos leyendo estas páginas. Entre los otros que cierran el proyecto tenemos el cuento Un diario perdido en el bus del Metropolitano, que recrea la vida de un chofer de los famosos buses del Metropolitanos y el curioso encuentro de un diario; Conversando con el río hablador, que trata sobre un diálogo entre el narrador y el río Rímac; El retorno de Morgana, donde conocemos a un poeta de barrio enamorado de una flaca adinerada que no le hace caso, aunque sí lee sus poemas; o La continuidad de una senda equivocada, con epígrafe de Mishima (La vida humana es breve, /pero quisiera vivir siempre) donde conocemos a Julio César Pedro Joaquín Montenegro Bracamontes que de joven quiere ser escritor y luego crece, se hace la oveja negra de la familia, lee a Bukowski. Jhonatan Ramírez narra con prosa diáfana y sin aburrir ni con afanes intelectualoides, El dandi de la noche es un trabajo que gana por su sencillez narrativa y la variedad y actualidad de sus temas, donde combina lo cotidiano, con sus reflexiones sobre la literatura, la vida, la economía, las jerarquías sociales, la moral; de prosa sencilla y objetiva, como para leer en estos días de encierro. 

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 (1)Presentación, pág. 9

(2), y (3) pertenecen al cuento El dandi de la noche.