Yo construyo mi país con palabras
 

 

1. Acerca de la necesidad de la construcción del júbilo

 

En esta historia, soy algo así como arte y parte. No tengo ningún sitio privilegiado, simplemente viví y observé la década. Conozco de cerca a varios de los autores aquí publicados y me siento parte del mismo contexto: realidad globalizada, disidencia social, poesía como máquina de sentido. A este grupo coral de autores los une la misma historia, aunque diversa en cada geografía y destino personal. Estamos frente al canto poético del nuevo siglo del Perú.

 

Entrando al siglo XXI observamos cómo nuestra sociedad se quiebra frente a todos los oprobios y es necesario reflexionar también sobre la historia subrepticia que se desata desde los diálogos que abre la palabra. Ahí, en ese lenguaje, oímos las voces sonoras. La palabra, asesinada en el Sistema Económico, es manantial en manos del artista del lenguaje. Y nos permite, pues, dibujar un idioma que contrasta, refleja, reverbera sobre la realidad. La idiosincrasia del poema es la del sujeto que habita la realidad y el poema funciona en un circuito de propaganda y libertad.    

 

La voz del poeta, entre todos los ruidos, es clara: canta, explica, razona, gime, grita, increpa su tiempo. El poeta, desatado en su simbólica realidad, abre nuevos espejos y laberintos. Diálogos esenciales, donde la libertad, la vida y la intensidad se muestran en su bella desnudez. Ninguna época es ajena a la poesía, porque la poesía es esencial a la propia condición humana. Oímos los tambores de Chocano, la flauta mágica de Eguren, el piano de Oquendo, la guitarra de Hidalgo, el clavicordio de Moro, el tambor de Vallejo….Si, por un lado, los historiadores y economistas, encierran bajo sus códigos o normas establecidas la lógica de lo real -sujetando la mente humana a un ritmo razonable- , la poesía permite sacudirla y mostrarla en su real caos, en la totalidad de su esencia.(1)

 

Este libro, joven, señora, niño, señor, es un trabajo que reúne, ese otro coro, esa otra música que brota entre las calles y arenas, entre las playas y ágiles vientos de un país llamado Perú, donde habitan todas las naturalezas y sangres, y donde la poesía es, principalmente, una necesidad, es decir, tan vital como el pan o el amor. Esa necesidad lleva a trabajar siempre a contracorriente, a levantar los andamios de la escritura a contra los medios que limitan y encierran las expresiones creativas de nuestra sociedad. Porque ser poeta, en este país, es un acto de fe, un acto de creer aún en los caminos que abre la palabra, sea para contradecirla o sea para formar con ella puentes o para iluminarnos. Y es que, en los latidos y ritmos del verso, la palabra es fuego. Vemos, esencialmente, en la poesía un petróleo donde anida la imaginación, la rebeldía y los paisajes abiertos que conducen, en sus diferentes tonos, a la plenitud.

 

Escribir poesía en el Perú, en esta fabulosa región, es un acto heroico. Es así que Yo construyo mi país con palabras (antología no limitada de la poesía peruana 2010-2019) se propone ser parte del trabajo de difusión que brinde conocimiento de las tonalidades poéticas de la primera mitad el siglo XXI.

(Fragmento del prólogo, el libro sale este 2020 en agosto)